Simulakroaren libeloaren itzulera
Simulakroaren libeloaren itzulera
Zaila dago gaurko gazteei sinestarazten, baina El Mundo egunkaria duela aspaldi ganorazko egunkari progresista izan zen eta bertan idazten genuen hainbatek, besteak beste, Mariano Ferrerek, Ramon Zallok, Pedro Ibarrak, Javier Ortizek eta konpainiak.
Neuk ere urteak egin nituen, astero astero, inortxok ere irakurtzen ez zituen euskarazko zutabeak idazten larunbatero, baina, noizik behin, erdarazkoren bat ere argitaratzen zidaten El Mundo del País Vasco bikain hartan eta orduan bai, orduan, zeresana sortzen zuten gehienetan nire lerro zoroek. Kasu nabarietako bat, literaturarekin konparatuta, bertsolaritzari ausardia handiegiz baina testuinguru zehatz batean “la cultura de la agricultura” deitu nionean sortu zen.
Lepoa bihurritu didate horregatik behin baino gehiagotan bertsolari askok eta persona non grata izendatu ere bai, baina horrelakoetara zaildua behar omen du kazetari zaharrak, idaztearen ajeak dira, azken finean, batez ere gazteki eta sutsuki idazten denean. Orduan, gainera, lau katu baizik ez ginen euskarazko zutabegintzan ibiltzen ginenak…
Bertsolaritzari buruzko artikulu hura ekarri dit gogora Santi Leoné eta Josu Goikoren arteko eztabaidak.
Dakardan artikulua 1998 urtekoa da eta garai hartan, egundoko zalaparta zegoen gure artean Matías Múgica itzultzaile nafarrak argitaratu Líbelo sobre la cultura vasca lanaren karietara.
Zaila dago ordukoa gaur zehatz kontatzen, baina Santi Leonék ere jakingo du zerbait, euskarara eta euskal mundura etortzeko lan nekeza hartu eta halako frustrazio bat sentitzeaz. Euskararen emaitza kulturaletan dagoen halako kalitate hutsuneaz…
Kontrakorik ere bada, jakina, baina Múgica horretaz zen kexu, alegia, euskararen munduan, simulakroa zela nagusi, deus ez zela benetakoa, putza zela ia dena, kultura jasoaren ikuspegitik, etc.
Jakin dakigu, gainera, beste batzuk ere halatsu pentsatzen zutela eta gogora datorkit, esaterako, Eduardo Gil Bera idazle bikaina, domaia den arren, seguru asko, euskarak betiko galdu duena…
Izanak izan, aipatu artikulu hura ekarri nahi dut hona, behintzat Santik eta Josuk irakur dezaten, baldin eta ezagutu ez eta indarrik badute.
Nire blogeko irakurle euskaldunok barkatu beharko didazue, zegoen zegoenean argitaratzea, eta erdaldunok, ostera, hain gaztelera takarrean idatzita argitaratu izana.
Kontua da, orduko eztabaida kultural handietako bat, birgogoratzea. Alde batetik , ez dugulako asko aitzinatu handik hona eta, bestetik, Aste Santuak horretarako eta gehiagorako ematen duela eta.
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YO LIBELO, TU LIBELAS, EL LIBELA
Cuando el traductor navarro Matías Mugica publicó en la revista satírica Ostiela un largo escrito donde denunciaba el actual estado de la cultura en euskara, me escandalicé de sobremanera: me resultó ofensivo que una publicación en euskara, de la que soy suscriptor desde el primer número, publicara así, sin más ni más, un artículo en castellano y, para más inri, largo como pocos. Me escandalicé, también, con la nota explicativa que los frívolos responsables de la publicación ofrecían a los pocos, pero fieles, lectores con que cuenta Ostiela.
Por lo demás, el artículo de Múgica, “La cultura en euskera”, no aportaba nada nuevo para nuestro pequeño universo vascoparlante, a excepción de decirlo magníficamente, extensivamente y por escrito. Es más, lo tomé como una broma apócrifa por parte de los propios editores.
Las acusaciones de mediocridad que allí se hacían, tanto a la literatura en euskara, como a todas las disciplinas culturales donde la lengua vasca es necesaria herramienta y vehículo al mismo tiempo, me resultaron viejas cuestiones conocidas y debatidas en diferentes círculos de agentes culturales en euskara. Ninguna novedad. Ni siquiera las acusaciones de no ser una cultura real sino solamente un simulacro, podían escandalizar a alguien, que como yo, participa, en alguna manera, de ella.
Todo me resultó meramente descriptivo en el extenso artículo que, en cuanto a la forma, se autodenominaba dudosamente libelo. Incluso en algunas cuestiones como en el análisis del bertsolarismo, por ejemplo, yo mismo hubiera ido más allá, pues soy de los que piensan que la única industria cultural economicamente rentable del euskara, no es sino una poesía castrada, una especie de cultura de la agricultura, que, efectivamente, hipnotiza e idiotiza a la mayoría aculturizada de euskaldunes.
Nada mencionable sucedió, pues, con la publicación del artículo hasta que veinte días más tarde, cuando en un periódico guipuzcoano de gran tirada, en forma de reportaje, fue presentado como sorprendente novedad. Este hecho, convirtió súbitamente aquella broma que ya estaba olvidada, en todo un síntoma de la realidad en que vivimos, aún peor de la que Múgica describe.
Más de una docena de personas se presentaron preguntándome por lo que aquel periódico había publicado. A todos respondí que yo lo único que conocía era el artículo en sí mismo pero que desconocía lo que el diario publicaba. Al contrario, ninguno de ellos, conocía el artículo en cuestión pero, sin embargo, todos tenían formada una sólida opinión sobre el deplorable estado de la cultura en euskara. Sin ser vascoparlantes, ni haber leído jamás una línea en nuestra lengua, aquella lejana vez que asistieron a una actuación de Mikel Laboa, les daba derecho a la diatriba y a la polémica. Por haberlos visto alguna vez en la tele, a todos se les llenaba la boca con nombres como Atxaga o Juaristi, y todos, sin excepción, sabían de lo que se hace en euskara, un montón. De ignorantes supinos, pasaron, gracias a lo que en el reportaje intuían, a expertos conocedores del mundo del euskara. Tan pronto ponían en cuestión la Feria de Durango, como a Euskaltzaindia o al euskara unificado. Ellos que todavía piensan que Gabriel Aresti fue un ciclista de Bilbao y Jon Mirande una marca de ropa, decían que los que desarrollamos las industrias culturales del euskara, somos pocos, mediocres y subvencionados.
Esperaban así, encender no se qué acalorada discusión al hilo del libelo que no habían leído. Suponían una defensa a ultranza por mi parte, que nunca llegó. En definitiva, todos los que en ella estamos, sabemos de sobra que la cultura en euskara no es más de lo que unos pocos miles de humanos producimos y consumimos en un contexto decididamente adverso. Ni tan siquiera sabemos si nuestra lengua se llama euskera, con e, o euskara, con a. Tampoco nos ponemos de acuerdo con las silbantes s y z a la hora de nombrar nuestro propio país, Euskadi o Euzkadi o Euskal Herria que, vete tú a saber cuantas provincias tiene, tres, cuatro, siete o ninguna, dependiendo de por donde se mire.
Se sorprendieron cuando no opuse ninguna resistencia y, bien al contrario, aseveré lo que Múgica había escrito. “Pero tú que escribes en euskara, cómo puedes aceptar para tí mismo semejantes calificativos? Cómo puedes pensar que eres mediocre, que estás subvencionado, que todo es un simulacro y continuar escribiendo, leyendo, participando… en algo que no tiene una calidad mínima?”.
Respondí que lo hacía y lo hago porque no me queda otro remedio. Que, a pesar de conocer la lengua en la que ellos me hablaban e, incluso, alguna otra, sentía una necesidad casi biológica de manifestarme culturalmente en mi propia lengua. Que como consumidor cultural, me plazco también de las producciones en castellano, en francés, en portugués, en inglés… y que espero proximamente ampliar el espectro en la medida de mis posibilidades hasta llegar al chino o al árabe, pero que en lo referente a producción propia, es otra cosa. Que ahí no hay gaitas ni elección posible, porque, a pesar de su mediocridad, es en mi propia lengua, en la lengua de mis antepasados, donde el placer cultural produce auténtico éxtasis. En su reconocible miseria, participar de la mayor y mejor producción cultural que jamás en la Historia el euskara ha conocido, sentirse implicado en los diversos procesos de su producción, es para mí una suerte y un honor que solamente a unos cuantos nos ha correspondido. Es una alegría vital que a los que no han aprendido la lengua del lugar les ha sido vedada.
En cuanto al pirotécnico efecto del simulacro y la subvención, quien realmente lo necesita no es quien de sobra conoce los límites de su mundo, sino aquél que vive en la contradicción entre la acción y el pensamiento. De los que dicen ser sin poder serlo hasta dar, de una puñetera vez, el paso requerido: aprender la lengua original del lugar donde se vive. Mientras este requisito no se cumpla, mientras los que se dicen vascos no usen su propia lengua, el principal simulacro seguirá siendo el que siempre ha sido: el de creer ser, sin alcanzar a realmente serlo.
Son los ajenos al mundo del euskara quienes más necesitados están de la ilusión de pertenencia. Son ellos, sois vosotros, quienes necesitais de referentes de refuerzo, que os permita seguir con vuestra eterna contradicción de no aprender la lengua de los vuestros y poder soportar el democrático dolor de saberla, por ello, perjudicada en su desarrollo. Debe resultar terrible tener que soportar la coincidencia efectiva con la estrategia del enemigo.
Así como Luis Mariano se ponía la boina para reconocerse vasco, necesitáis que lo nuestro exista para que no os lleve el viento. Sois vosotros los que necesitais euskaltegis subvencionados y horrorosas traducciones anecdóticas de los bonitos libros de estampas de las cajas de ahorros. Nosotros no. Recordad siempre que todos los euskaldunes somos, al menos, bilingües. Y eso se paga queridos, vaya que si se paga.
Sois vosotros, en definitiva, quienes perdéis todos los días la ocasión de disfrutar de lo que es, al menos teóricamente, también vuestro. Será por ello que se os nota cierto retintín de complacencia y consuelo, cuando por fin comprendéis, que lo que perdéis no es para tanto. Faltaría más que, aparte de financiarlo y no poder catarlo, fuera, además, una bendición de los dioses.
Hasier Etxeberria para El Mundo del PV