Peio Olano auziaren irakurketa 'ezberdin' bat

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COPEko blogen zerrendatik heldu naiz Mr Paz-en blogera. Hori bera oso esanguratsua da, noski. Hala ere auzi honen inguruan egiten duen irakurketa harrigarria da, deskalabru hutsa da. Eta harrigarria baita ere, gauzak korapilatzeko duen dohaia.

Hona hemen Pepe Alvarez de las Asturias-ek sinatzen duen testua bere osotasunean. On egin:

Egibar, la serpiente en Lizarza/Lizarra y el misil de Aznar

«Y el Señor Dios dijo a la serpiente: “Por haber hecho esto, maldita seas entre todos los animales domésticos y entre todos los animales del campo. Te arrastrarás sobre tu vientre, y comerás polvo todos los días de tu vida.»

Y claro, eso es lo que tienen las serpientes, que se arrastran por la tierra y miran hacia arriba y ven al ser humano y piensan: «a ése hay que matarlo, por ser humano». Veneno, asfixia, tiro en la nuca, bomba lapa, coche bomba o misil tierra-aire, qué más da. Es lo que hacen la serpiente desde tiempos de Adán y Eva, o sea, desde tiempos de Sabino Arana: el MAL. Y no engañan a nadie, ni a nadie sorprenden cuando hacen el mal, porque son serpiente. Y ejercen.

Y vaya si ejercen. El último descubrimiento, gracias a la labia del gudari Pedro María Olano, ha sido el triple intento de asesinar al ex presidente Aznar a misilazo limpio. Tres veces en trece días. Como no lo consiguieron por culpa del blindaje extra del coche oficial allá por el 95, aunque el coche voló, decidieron volar el Falcon 900 en el que viajaba el presidente no-negociador con su señora y su séquito electoral, durante la campaña de las elecciones vascas de 2001. Es el concepto de democracia que tiene la serpiente. Afortunadamente para Aznar, su señora, su séquito y España en general, el misil SAM-7 de fabricación rusa no llegó a volar, y por tanto no voló el Falcon 900 presidencial. Es lo que tiene comprar en las rebajas yugoslavas (por cierto, durante la tregua trampa que, afortunadamente, Mayor Oreja nunca se creyó). Lo que no sabemos es si les devolvieron el dinero.

Así lo ha confesado al juez Grande-Marlaska el etarra Olano, miembro activo del talde que organizó la compra y puesta en escena de la operación Volar por los Aires, tras ser detenido la semana pasada en Lizarza, villa guipuzcoana históricamente gobernada por ETA (HB, EH y Egibar) y ahora por la heroína Regina Otaola (amenazada de muerte por el propio Olano), cuyo nombre no debe confundirse con la villa navarra de Lizarra, aunque ambas tienen mucho en común, como veremos dentro de un par de párrafos. El caso es que, tras la confesión del etarra Olano, el portavoz del PNV en el Parlamento vasco, Joseba Egibar, sacó la lengua bífida que tiene entre colmillo y colmillo y escupió su acostubrado veneno: «No sé, igual alguien ha confesado, no sé en qué condiciones, tales extremos. Vamos a dejarlo ahí». Ya lo hemos dicho. La serpiente es siempre serpiente, y una de sus tácticas favoritas es escupir su veneno contra la Guardia Civil y la Policía Nacional, la persistente consigna de la tortura policial, denunciada por sistema y por mandato de la cabeza etarra de turno. Y Egibar lo sabe bien, y obediente y disciplinado como es, ejerce su cuota de maldad emponzoñada. No sorprende, claro, porque Joseba Egibar siempre ha sido parte de la serpiente. Y como tal se arrastra sobre su (abultado) vientre, y muerde, y oculta, y conspira, y pacta, y odia.

Egibar representa el lado más descaradamente proetarra del PNV, al más fiel estilo Arzallus, sin ningún complejo («la Guardia Civil es una máquina que genera odio»; «sistemática violación de los Derechos Humanos» de los presos etarras, y demás perlas). Eso no es noticia. Lo que muchos ignoran es que fue también alcalde, concretamente de Lizarza (entre 2003 y 2007, sustituyendo/rerpresentando a Batasuna, que no se pudo presentar), mira tú qué casualidad; y que durante esos años, según denuncia Antonio Basagoiti, el etarra Olano ocultó explosivos en un caserío propiedad del Ayuntamiento, mira tú qué otra casualidad.

Y Egibar fue asimismo uno de los artífices y firmantes del pacto de Estella, también llamado de Lizarra (Lizarrako Akordioa) y posteriormente Acuerdos de Lizarra-Garazi, firmado el 12 de septiembre de 1998 en la Casa de Fray Diego, en Estella (Navarra), por los partidos proetarras y nacionalistas (HB, AB, EA, Batzarre, Ezker Batua, EKA, Zutik y PNV), sindicatos abertzales y demás organismos sociales. O sea, el pacto secreto de ETA con PNV y EA para “construir Euskal Herria”; o dicho de otra manera: el salvavidas de una ETA agonizante tras la imparable movilización social como consecuencia del asesinato de Miguel Ángel Blanco, un año antes. «Los firmantes adquieren el compromiso, desde ahora mismo, de dar pasos eficaces para lograr una estructura institucional única y soberana que acoja en su seno a Araba, Bizkaia, Gipuzkoa, Lapurdi, Nafarroa y Zuberoa», decía el primer punto. Acto seguido, ETA declaró su tregua-trampa, eso sí, reservándose «las labores de abastecimiento y el derecho a defenderse en hipotéticos enfrentamientos». Luego llegaron Udalbiltza (Asamblea de Municipios), en la que se integraron 800 alcaldes y concejales del PNV, EA y Euskal Herritarrok, y las alianzas municipales del PNV con el mundo abertzale. Sólo un año después, el 28 de noviembre de 1999, ETA puso fin a su tregua asesinando al teniente coronel del Ejército Pedro Antonio Blanco García. Y así hasta hoy.

Muchos han sido los asesinados, los mutilados, los destrozados, los torturados, los mordidos por la serpiente desde ese maldito día de septiembre de 1998. Y Joseba Egibar, alcalde de Lizarza, firmante del pacto de Lizarra, artífice de Udalbitza y promotor de los pactos municipales con ETA llama torturadores a los policías que, según él, siembran el odio en Euskal Herria. Es lo que tienen las serpientes, que se arrastran por el barro y muerden lo que pueden, dede abajo, con rabia, con odio. Y yo me pregunto, ¿cuándo aplastaremos definitivamente la cabeza de la serpiente? De todas las serpientes…