Saramago hil da

Saramago hil zen atzo. Eta jakin dudanean, zerbait esateko gogoa sentitu dut. Nobel saria eman ziotenean ezagutu nuen nik. Orduan, bere nobela “Todos los nombres” irakurri nuen eta mundu berezi batean sartzen nindula somatu nuen, baina ez zidan barrua ukitu. Handik urte batzutara, “Ensayo sobre la ceguera” irakurtzerakoan, inpresionatuta utzi ninduen Saramagok. Ez dut ezagutu gizakiak duen ona eta txarra berak bezain ondo azaltzen duen idazlerik.

Eta harrezkero jarraipena egin nion bere liburuetan barrena. Denen artean, bada bat irakurri nuen une hartan emozioa, negar egiteraino, piztu zidana : “La caverna”. Horregatik, idazle maitatua gogoratzeko, lan eder horretako pasarte hunkigarri bat idatziko dut hemen. Nahiko nuke euskaraz jartzea eta itzultzea bururatu zait, baina beste lan trinko batzuek eskatzen didate orain arreta. Beste batean, akaso…

“Verdaderamente son pocos los que saben de la existencia de un pequeño cerebro en cada uno de los dedos de la mano, en algún lugar entre falange, falangina y falangeta. Ese otro órgano al que llamamos cerebro, ese con el que venimos al mundo, ese que transportamos dentro del cráneo y que nos transporta a nosotros para que lo transportemos a él, nunca ha conseguido producir algo que no sean intenciones vagas, generales, difusas y, sobre todo, poco variadas acerca de lo que las manos y los dedos deberán hacer. Por ejemplo, si al cerebro de la cabeza se le ocurre la idea de una pintura o música, o escultura, o literatura, o muñeco de barro, lo que hace él es manifestar el deseo y después se queda a la espera, a ver lo que sucede. Sólo porque despacha una orden a las manos y a los dedos, cree, o finge creer, que eso es todo cuanto se necesitaba para que el trabajo, tras unas cuantas operaciones ejecutadas con las extremidades de los brazos, apareciese hecho. Nunca ha tenido la curiosidad de preguntarse por qué razón el resultado final de esa manipulación, siempre compleja hasta en sus más simples expresiones, se asemeja tan poco a lo que había imaginado antes de dar instrucciones a las manos […] algo que toca lo indecible, ese color todavía no nacido del todo que, con el asentimiento, la complicidad ya a veces la sorpresa de los propios ojos, las manos y los dedos van creando y que probablemente nunca llegará a recibir su justo nombre. O tal vez ya lo tenga, pero sólo las manos lo conocen, porque compusieron la tinta como si estuvieran descomponiendo las partes constituyentes de una nota de música, porque se ensuciaron en su color y guardaron la mancha en el interior profundo de la dermis, porque sólo con ese saber invisible de los dedos se podrá alguna vez pintar la infinita tela de los sueños […] El cerebro preguntó y pidió, la mano respondió e hizo. Marta lo dijo de otra manera, Ya le ha cogido el tranquillo.”

Bakean bego, José de Sousa Saramago

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